
Hablar de Jaime Mosquera es referirse al último personaje vivo e ideólogo principal de la creación de la Fiesta de la Serranía Ecuatoriana del Chagra, denominada así en sus inicios, un festejo que en el Cantón Mejía se realiza cada año para conmemorar su cantonización.
Jaime nos recibe en su Rancho El Paraíso, en el sector El Rosal, en la calidez de su hogar, rodeado de naturaleza y libre del bullicio de la ciudad. Ataviado con vestimenta tradicional que lucían los hacendados y mayorales del siglo pasado, allá por los años 40, de mediana estatura, mirada franca, manos recias y voz firme, con una amable sonrisa nos invita a pasar a la sala de su casa, adornada con trofeos, fotos, placas y reconocimientos recibidos a lo largo de su vida. Jaime Mosquera tiene doce hijos de tres compromisos diferentes. Con picardía dice que fueron hechos con la misma risa: ocho hijos con Luzmila Salomé Vargas, dos con Yolanda Mosquera y dos con Paulina Torres.


Jaime nos transporta imaginariamente a la historia de su vida. Nació en la parroquia Lloa hace noventa y tres años, el 20 de julio de 1932, a los 5 años acompañó a sus padres, Clara Cruz y César Mosquera y a su familia a la Hacienda Tambillo Alto en la parroquia Tambillo, donde contrataron a su papá como capataz (persona que gobierna y vigila a cierto número de trabajadores).
Realizó sus estudios en la escuela América y España. Siendo el mayor de ocho hermanos, el anhelo de su padre era que estudiara para ser normalista (profesor). Siempre le gustó mucho leer, y le propuso a su papá trabajar para ayudar a mantener a sus hermanos. Realizó actividades como peón, talar el campo, arar, arrear ganado, y siempre tuvo caballo.
A los doce años recuerda que junto a su padre llevaban toros bravos desde El Pedregal hacia Guájalo, donde esperaban que llegue la noche y el tranvía no circulara para pasar a la Plaza Arenas. Conoció al matador Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordoñez y Conchita Cintrón, torera a caballo.


Jaime, a sus quince años, se independiza y se queda trabajando en la Textilera El Inca en Tambillo, un trabajo que desempeñó por un tiempo pero que no le agradaba. Decidió entonces regresar a Lloa, donde su familia, ahí se sintió en su ambiente; extrañaba el olor a campo, arrear el ganado y producir la tierra, esa era su vida. Atrás quedó su novia de ese entonces, a quien visitaba realizando trayectos de 3 horas en la noche desde Lloa a Tambillo para regresar de madrugada y cumplir con sus labores de ordeño.
A la edad de 18 años se casa, empieza a trabajar en la extracción de piedras en las faldas del volcán Cotopaxi, un trabajo duro. Este material lo entregaba a la empresa de su suegro, Víctor Vargas, a quien admira y agradece por el apoyo que siempre le brindó en los momentos difíciles.
Participó en la reconstrucción de las vías de Ambato, Pelileo y Baños que fueron afectadas por el fuerte terremoto del 5 de agosto de 1949. Recuerda las casas derrumbadas y las vías agrietadas, pero su pasión por el campo le motivaba a trabajar en la Hacienda del Dr. Analzer en Sangolquí como peón. Nunca le tuvo temor al trabajo, aprendió el manejo tecnológico del ganado y el ordeño, lo que le destacó como trabajador responsable.
A la edad de 24 años, fue tentado a ser capataz en la Hacienda Columbe Alto en la provincia de Chimborazo, teniendo a su mando 100 peones. Aquí vivió una experiencia donde puso a prueba su temple y carácter, no dejándose humillar por nadie. En aquella época, los capataces sometían a los trabajadores a fuerza del “juete” (cabestro hecho de nervio de toro). Jaime nunca recurrió a este recurso, siempre utilizó su palabra favorita «carajo» y un tono de voz fuerte para mandar.
Nunca tuvo problemas, pero un día recuerda las fiestas de Columbe. Había bandas de pueblo, castillos y baile, lo que inquietaba al capataz agrario y a otros a tomar un trago, lo que generó molestia en el hacendado Nelson Duelles, que castigó a su amigo César con el juete y mandó llamar a Jaime para darle su parte. Encendió un cigarrillo, tomó un trago y cogió su juete, presentándose. El señor le insultó e intentó golpearlo, pero Jaime lo esquivó y le dijo que no iba a humillarlo ni golpearlo. Persistiendo en agredirlo, a Jaime no le quedó otra opción que darle una paliza para que no fuera abusivo, siendo despedido.
Este hecho trascendió entre los hacendados de la región y no le dieron trabajo, por lo que retornó a la empresa de su suegro. “Mosquerita”, como le conocen sus allegados, luego de un tiempo emprendió como introductor de ganado al Camal de Chimbacalle. Incursionó en el negocio de tercenas de carne, una actividad que no le fue nada bien. Luego compró un camión para transportar verde para el ganado hasta que decidió parar.
En su Rancho El Paraíso, se dedicó a la producción lechera que entregaba a la Pasteurizadora Quito. A Jaime siempre le gustó relacionarse con personas importantes, de las cuales aprendía mucho, complementando esta experiencia con su pasión por la lectura. Se autoeducó, destacando que no es necesario estudiar en universidades para tener conocimiento. Destaca a personalidades como el ex presidente Velasco Ibarra, Rodrigo Borja, León Febres Cordero, Lucio Gutiérrez, y personajes como Jaime Acosta Velasco, Jaime del Castillo, ganaderos Chiriboga y Cordovez.
A parte de su ajetreada actividad laboral, se daba espacio para participar en campeonatos de pelota nacional, concursos de lazo a nivel nacional, siendo ganador en una ocasión de la cacería del zorro en la provincia de Imbabura. En cualquier lugar que se presentaba, dejaba en alto el nombre de su Cantón Mejía. Fue el único que ha participado en la plaza de toros de Quito en una exhibición de lazo con representantes de Manabí. Jaime ha contribuido mucho para su querido Tambillo.
A través del presidente Velasco Ibarra, consiguió la dotación de mobiliario escolar para todos los niños de su escuelita. Mediante festivales de toros populares, generó recursos junto al párroco Sosa para la construcción de los cimientos de la iglesia en el parque central, la construcción de la cancha de fútbol y la piscina. Jamás tocó un centavo.
Como anécdota, recuerda el reclamo airado y prepotente que le realizó el presidente Febres Cordero cara a cara por no declarar a sus caballos de paso ganadores en una competencia realizada en la Quinta Macají en Riobamba. Nunca se achicó y, levantando la voz, le explicó los motivos para su decisión como juez, a lo que León replicó brindándole un whisky.


Origen de la Fiesta de la Serranía Ecuatoriana: Desfile del Chagra
Esta idea la tuvo Jaime hace 41 años en un campeonato nacional de lazo en Riobamba. Previo al concurso, los jinetes desfilaban con sus caballos por las calles de la ciudad de manera desordenada. Propuso a Hernán Mancheno, presidente del concejo (actual alcalde), a Marcelo Mancheno, jefe político, Edgar Albuja y Manuel Basantes realizar este paseo en Machachi, pero bien organizado. Esta propuesta la hizo en el local de recepciones del papá del matador de toros Mariano Cruz Ordoñez. Le encargaron la organización, asignándole como ayudante al Sr. Fierro, conductor del consejo. Realizó recorridos por las comunidades y páramos de Machachi invitando a los chagras a participar en este desfile, donde representó las chozas chacareras, el uso de mulas, cabestrillos y vestimenta tradicional, resaltando las tradiciones de la vida cotidiana del chagra.
Este festejo lo realizó los dos primeros años, luego aparece el Sr. Raúl Guarderas, fundador de ACOCHA, y propone organizar este desfile con el nombre de Paseo Procesional del Chagra. Con el pasar de los años, fue declarado Patrimonio Cultural. Al despedirnos de Jaime, nos dice que el secreto para tener una memoria lúcida y gozar de buena salud es leer mucho y alimentarse bien, sobre todo tener la conciencia tranquila, la suprema ley de la persona. Desde el umbral de la puerta de su casa de madera y bloque estilo campestre, nos despide acariciando a su gallo fino.





TEXTO Y FOTOS: Mario Egas Mejía
FOTOS ARCHIVO FAMILIA: Mosquera
FOTOS ARCHIVO: Javier Fajardo, gestor cultural
Exelente reportaje ..
Saludos cordiales Sr Jaime Mosquera
Admirable personaje de nuestra tierra, excelentes fotografías, muy buen relato, por favor el Concejo municipal es con C.