
En un rincón de Machachi, se encuentra el Barrio San José de Tucuso. Aquí, entre las montañas y los campos verdes, reside un hombre cuya vida ha estado entrelazada con la historia de una iglesia.
José Guacapiña, un hombre de casi 80 años, es el guardián de la Iglesia de San José de Tucuso. Su hermano, Segundo Guacapiña, también desplegó su amor y dedicación por este lugar sagrado antes de partir. Durante seis décadas, José y su esposa han asumido la responsabilidad de cuidar y preservar esta joya arquitectónica.
La iglesia ha sido testigo de generaciones de fieles católicos. José recuerda con nostalgia cuando era un joven de 12 o 15 años y en ese entonces, el ex párroco de Machachi, Luis Abelardo Araujo, diseñó los planos de la iglesia. Gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad, la iglesia finalmente se levantó.
El barrio San José de Tucuso ha sido fundamental en el mantenimiento y embellecimiento de la iglesia. Renovaron las ventanas, mejoraron la pintura y restauraron las imágenes religiosas. José sonríe al recordar cómo cada sacerdote de la Parroquia de Machachi confiaba en él para cuidar las llaves y velar por la integridad de este lugar de culto religioso.
Un dato curioso es el altar de pan de oro, una verdadera obra maestra. El señor Ángel Jácome y su esposa, Clemencia Gutiérrez, junto con un artista de Ibarra, crearon este altar a un costo de 20.000 dólares. La imagen de la patrona de la iglesia, la Virgen de Fátima, donada por Antonio Pazmiño, preside la iglesia.
José, con voz emocionada, comparte: “Sin el apoyo de la comunidad de Tucuso, no habríamos logrado mantenerla en pie”.
Sin embargo, José necesita ayuda. Las torres de la iglesia requieren una nueva capa de pintura. Hace un llamado a la alcaldía de Mejía y a todos los corazones generosos para que colaboren en esta noble tarea. La iglesia de San José de Tucuso sigue siendo un faro de fe y esperanza, y José está decidido a preservarla para las futuras generaciones.





